sábado, 25 de agosto de 2018

Momento romántico en el baile II






¡Hasta donde llegue!, 
el se dijo así mismo cuando ya cruzaba la cuarta avenida,
rogaba por que sus pies no le fallaran ahí mismo,
es viernes, son 11 de la noche y quiere llegar para volver a repetir lo de hace una semana.

Hay muchas luces de colores, nadie le hace caso, eso no le importa porque sabe que
lo que le interesa, son los movimientos de manos y espalda; principalmente, de ese oso de felpa.
Es grande, de color cafe, tiene orejas pequeñitas y una pancita redondita, en fin, se ve muy acariciable.

Se acerca para verlo, está bailando y huele a plástico de sabor fresa,
la música de fondo anima la escena.
Derrepente, se detiene como si sus pilas se le hubieran acabado. Se puede ver en sus ojos que está cansado, pero no es eso, 
es la monotonía del ruido que le hunde los ojos y sus pestañas de aguacero impiden eso.

Ya lo quire pero es imposible, 
es caro tenerlo;
lo que le queda es contemplarlo y hacerlo platónico;
pero ya no puede guardar lo que quiere, ni su mente lo que oye.
Toma una servilleta y le escribe:

"no te desanimes,
ni lo pienses, pronto voy a ser abogado y te voy a llevar
a mi lado, esperame 2 meses!"

Se la pone en la mano y le sonríe...

Ya son casi las 12, se tiene que ir para alcanzar el último metro.
    



   -Horacio Chirino








MISA DE 7 (José Francisco Conde Ortega) de "Atrapados en la escuela"




Hace frío. Todas las mañanas de diciembre amanece con este canijo frío. Cuando menos eso crees, porque te enteras de esto solamente los domingos.

Y sabes que bien vale la pena el sacrificio de levantarte tan temprano para ir a misa de 7. Es la hora en que ella va, con su mamá, a la iglesia de la Luz. Es el único momento del día en que puedas verla los domingos. No sabes a dónde se va después de misa ni a qué hora regresa. Y el lunes tarda tanto en llegar.

Hace frío, pero no importa. Tu suéter de la secundaria te protege un poco. Te acercas más y la ves. Distingues su perfil y sus pestañas rizadas. El velo negro y la poca luz dentro de la iglesia hacen que su piel se vea más blanca. La notas un poco pálida, ¡y tan bonita!

Mientras te acercas entre las bancas para verla mejor, piensas en las palabras para decirle, ahora sí, que si quiere ser tu novia. No vaya a pasarte lo que el otro martes. ¡Carajo! La oportunidad que habías estado buscando y la desperdiciaste. Y todo porque, cuando te pidió que la acompañaras a la farmacia del parque -la más lejos de la cuadra- te pusiste a contarle tus hazañas en el futbol.

Ahora nada más ves su cabello y una de sus orejas tan bien formadas. Te esfuerzas y estiras los ojos, pero la cara de su mamá te tapa toda posibilidad de verla un poco más. Te adelantas hacia la derecha y ves mejor. Adviertes en su cara una mueca de fastidio y recuerdas dolorosamente que ni el miércoles ni el jueves la viste. Y sí el viernes. Y todavía te duele el cortón. Tú lo atribuyes a ese martes en que no supiste decirle nada. Y claro, ella se enojó. Y no le importó que hubieras faltado a la escuela para encontrarla cuando regresaba de la academia. Simplemente te cortó.

Ahora sí la ves bien. Admiras su lunar sobre sus delgadísimos labios; te inquieta su recta nariz; te llena de ternura el mohín con que se quita el mechón rebelde de la frente; quisieras cubrir de besos esos ojos delicadamente oscuros. Así, tan seria, con la mirada fija en el altar, parece una virgen. Tienes que pedirle que sea tu novia. No todo está perdido. Ayer te saludó y no la notaste tan seria.

La gente comienza a salir. Te das cuenta que la misa terminó. Te extraña el comentario de unas viejitas. Te ven, te sonríen y dicen que qué hermoso que un muchacho tan jovencito sea tan devoto. Te apresuras a salir para verla bien. La ves cuando cruza la puerta de la iglesia rumbo al atrio. La luz de la mañana ilumina su figura delgada: sus piernas largas, su minifalda, sus botas, su pequeño busto.

Hace frío y sientes hambre. Te acomodas el suéter cuando pasan junto a ti. Miras la cabeza erguida de su madre. Ella voltea y te sonríe. Ansías que el domingo termine pronto.











Tomé una respiración profunda y escuché el viejo rebuzno de mi corazón: soy yo, soy yo, soy yo."






-La campana de cristal
Sylvia Plath










viernes, 24 de agosto de 2018

Momento romántico en el baile




El alto barbudo empezó a respirar en la cara de ella, ella sentía ese aire, mientras disfrutaba con la boca entreabierta los pasos sensuales,
parecía que gemía su garganta silenciosamente. 

Ambos, con una coordinación perfecta se veían flotando entre las nubes, bailando para el mismo dios.

Enfocados en lo que hacían, ojos con ojos, boca con boca;
lo que se asoma entre los muslos de él, rozaba con ella,
la tensión sexual los acorralaba y los hacía querer continuar y no pararse jamás. 
Todo parecía indicar que estaban a punto de darse el primer beso
¿de tantos?, no sé,
parecía cursi el momento, de tanto, de tanto ver.
No se conocían;
era "triste", pensar que la quisiera para un rato.
Esto parecía una canción que se toca en un baile de un bar extraño...

(Son las 4 de la mañana, ojalá termine en un "para siempre", ya me tengo que ir).



-Horacio Chirino





jueves, 23 de agosto de 2018

Pájaro Azul


Hay un pájaro azul en mi corazón 
que quiere salir pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie te vea.

Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.
Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
Le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
Luego lo vuelvo a meter,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?

-Charles Bukowski


sábado, 4 de agosto de 2018