lunes, 17 de junio de 2019









-  ¿Que si me importa que nos vean?
         No, sólo dame la mano, total, estamos vivos.



(Le dijo mientras los miraban una horda de solitarios hambrientos).






  -Horacio Chirino








viernes, 14 de junio de 2019

A veces hago un viaje





Ciego pie de tiniebla, vacilante,
avanza en el desierto de mi pecho.
Seguramente es el infierno.

Aquí dentro, convulso,
desbordando metales por mis ojos abiertos,
levantando mareas de veneno,
girando mariposas de cal y de ceniza;
frías caricias lentas estrellando mis huesos.

No sé si será el grito anudado al origen
que ha crecido gigante y le ha trascendido,
no sé si aquella niña en asombro que llevo
o una fotografía de lo que nunca he sido.

El ángel de la ausencia preside la agonía.

Tal vez sean los árboles que viven en mi sangre,
o colores inéditos,
o voces que no quieren apagarse conmigo.

Si hubiera luz, ascendería.

Mano de sombra danza por mi frente
más allá de la sed y del sueño.
Me protege un paisaje de pájaros inmóviles.
Si supiera tu nombre... ¡te llamaría silencio!

Cruzan desnudos ríos inconcretos,
pasos de arena fina, sal quebrada.
Me protege una cifra solitaria y geométrica
Si mirara tu rostro... ¡te llamaría distancia!

Seguramente esto es el infierno:
en muda dimensión desconocida
una sombra cayendo en pozo negro.

Si pudiera decir palabra limpia
de amor o de miseria, de olvido o de recuerdo.
Si pudiera sentir sobre mis párpados
mirada pura, voz indudable, firme transparencia,
sobre mi sien amarga...

¡Qué ala tendería!

Y pronunciar tu nombre impronunciable,
circundar tu inasible firmamento.
Imagen desolada del abismo,
sólo soy una forma sin espejo.



-Aurora Reyes
Muralista y pintora mexicana
(1908-1985)








lunes, 3 de junio de 2019









Eran las cuatro de la tarde, se disponía a comer, 
en el refrigerador sólo había helado.
No quiso pues pensó que eso era alimento para los deprimidos.

Se miró su reflejo en la cubierta 
de vidrio de la estufa verde oscura, 
se sentía cansado, demacrado, incluso viejo.

Eran las cuatro de la tarde de ese día cuando no había luz 
estaba nublado, acababa de llover;
la sonrisa de esa vez le daba fe de seguir levantándose, 
lo motivaba a seguir esculcando lo que sentía.
Era la visita de alguien de arriba, del cosmos; de los azules, 
del espacio, 
donde hay estrellas.
Alguien de un planeta, de los lejanos, en fin, 
de los no descubiertos. 

Las letras no le ganan para describir lo que vivió, 
sólo le alcanzan para llegar a abucheos;
escribe lo que puede o lo que le alcanza, por ejemplo 
algunos sinónimos antes de llegar a tristeza.
No tiene pares, bueno, ni hablar de apegos 
o de los que se presentan casuales, no mencionamos desamores.

No tiene sentires, nada más cuando es octubre y mira a sus alrededores 
y luego al cielo
para ver si de nuevo ocurre.

   -Maldito cielo de octubre,
malditas estrellas,
malditos atardeceres, pero más los anocheceres...
     -Esperemos cuando bajen las naves.

Se repite a sí mismo internamente y despacito; 
después se conformó 
y entonces se descubrió tomando una cuchara, 
y se recargó en la ventana comiendo helado.







-Horacio Chirino