domingo, 11 de septiembre de 2022



Ella decía que las maletas de cualquier tipo o estilo, las grandes de color rosado, las amarillas, las del cierre largo, la redóndas, las rectángulares, las pequeñas, las de llantitas con con jaladera, las de cuero con metal, todas, cual sea, incluso las cajas de catón, le traían cierta nostalgia o tristeza, ya que cada que cambiaba de casa alguna maleta se le perdía.

En un cambio de casa, de esos que solía hacer su papa sin avisar, en días domingo, porque ese era el día en que salen mejor las cosas, porque es el día en que descansaba de su "jornada exhausta" en contestar teléfonos toda la semana; ella perdió en ese cambio una maleta con todos los juguetes que le habían traído los reyes magos desde que tenía 6 años. Recuerda que aquel día iba tan de prisas por el pite y pite que su padre molestó,  le mandaba desde la calle para que ya se apurara, cuando ella solo se estaba despidiendo de los  momentos que vivió en ese cuarto blanco con macetas frondosas y enredaderas que llegaban al suelo.

El pite y pite le retumbaba en la mente, por lo que ya para terminar despedirse toco la pared y apagó la luz.


Ya sentada en el carro sudada de la cara por bajar rápido las escaleras de la casa, quizo sacar su muñeca astronauta, cual jitomate parecía su cara cuando se dio la sorpresa enojada de que no traía su maleta de juguetes, esa marcada con una cinta blanca que anunciaba "mis jugietes" con un corazón y una carita feliz.

Por obvias razones la maleta la había dejado en el cuarto, justo debajo del apagador. Por lo que sin más ese fue el motivo para odiar cada artefacto o lo que se le parezca que sirviera para transportar o guardar cosas.



Ella sabe que cada cambio sirve para generar algo nuevo y desechar lo viejo, pero para ella lo viejo era un tesoro que la motivaba a seguir creando a partir lo que tenía.


Pero siempre se quedaba con la duda 

de que cómo lo iba a lograr 

si no tenía la visión del objeto para recordar. 





-Horacio Chirino