martes, 17 de julio de 2018




 Cuando te fuiste:


la luz estaba apagada, 
revisé mi chamarra y encontré un billete de veinte.
Me tiré a la cama y prendí un cigarrillo. 
Busqué en mi walkman una canción de algo y sólo encontré la que te gusta, 
volteé al buró 
y estaban las flores, no tenían agua.

Me dediqué a imaginar: todo 
fantasear: siempre.
Nadie podía quitarme los pensamientos, ni nada.

A decir verdad nunca tuve un amor perfecto,
como los que se dieron en el verano del 69, 
un romance adolescente, pero de esos de adolescentes en una película de adolescentes.

Me puse a tender la cama. 
Me fijé de la hora y ya eran las 5, 
tu llegabas a las 9.
Me asomé a la ventana y comí un chocolate, a pesar del cielo nublado la lluvia era inocente,
¿sabías que la vecina de enfrente sabe usar la computadora?.
Bajé y prendí la luz de la sala, estaba en el sillon mi suéter, el refri lleno y había cable.
Cuando te fuiste me dí cuenta que la noche siempre trae un consejo: que el amor perfecto es aquel que 
después de un tiempo se convierte en pizza, 
helado o películas.


-Horacio Chirino








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