Él se arrodilló,
no le importaba tenerlo en su lengua,
el sabor,
lo grande
que
era.
Ya tenía el cuerpo de Cristo en su boca.
(Rezaba por oportunidades en el cielo).
-Horacio Chirino
¡Diablos, señorita!
—Exclamó.
¡Usted prometió parar cuando yo le dijera,
no cumplió su palabra!
Por eso se le vino encima.
- ¡Pero si ya estaba parado!¿Qué hacía?
—¡Frenar, señorita!
¡Está
muerto!
-Horacio Chirino
Tú eres la consonante que le da sentido a mi palabra.
-La A
-Horacio Chirino