Escribo sobre la cama, no tengo una mesa.
Como en el suelo,
no tengo una mesa.
En la cama no me gusta porque las moronitas se me pegan en la espalda
o en las piernas.
Si, tenía una mesa, pero la eché a la basura, sólo me servía de apoyo
para hacer el amor a espaldas.
Tenía una mesa, era de madera, estaba rayoneada de corazones hechos a pluma,
de iniciales remarcadas en mayúsculas,
era tu nombre.
Tenía una mesa.
-Horacio Chirino