Mientras tanto,
se mordía las uñas,
unas se las tragaba, las largas las escupía,
pues ya estaba satisfecho de pellejos de labios.
Los ojos se le abrieron que por un momento
casi se le salen;
su corazón,
ya no tenía corazón,
latió tanto que le explotó.
Tuvo un desborde de sangre
que le llegó a los cachetes.
Sabe que es rápido para muchas cosas,
pero para esto es muy lento.
Se pregunta cómo hacerle para no llorar,
pues de alguna forma o de muchas
estaba agradecido,
es que ya lo olía y esta vez no era la lluvia;
y, aunque tiene planes,
no le va a escribir si no quiere cantar,
está tan cercas que quiere volar
(ahora si tiene prisa).
Ya tan pronto le sabe su sonrisa
de no sé,
de tanto,
de algo.
Ya lo hiba a ver...
-Horacio Chirino
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