Cada cabello está en cualquier parte de la casa,
en todas partes,
en la almohada,
en el peine,
en el pasillo,
en la sala,
hasta en el patio.
Y solitos van caminando,
no sé para donde quieren dirigirse;
sé que ya no les encanta estar conmigo,
sé que quieren ser libres.
El lugar que dejaron está pobre,
espero que sean felices en su camino,
yo no los valoré.
En su tiempo los llegué a mirar con la cara al viento,
despeinándose felices,
con el progreso los llegué a mirar con incertidumbre,
luego con la esperanza de crecer y llegar al suelo,
como si quisieran probar a qué sabe lo que piso o quizá
saludar a las hormigas,
o en su caso, con el aire volar al cielo.
No, por el tiempo, por la época, por las fechas, no les tocó.
Cada uno era rebelde, coqueto, escurridizo en la lluvia
y no les daba tregua a los ojos.
Creo que en vez de llorar su partida,
debo celebrar su vida
porque nos tocó la misma.
-Horacio Chirino
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