Mis ojos recuerdan los paisajes de muchos colores,
casitas de madera,
olores a café dulce y a tacos de frijol con salsa de molcajete.
Caballos pastando,
gallos en su corral,
el cielo azulado y en una esquina nublado gris
con poquito negro;
pobladores en el comal, unos sembrando,
arando la tierra o regando el pasto.
Yo estaba enamorado de uno de esos pobladores.
De sus huaraches enlodados, su ritmo andante en su pelo,
que se despliega en el tiempo y el espacio.
Paso a paso,
su huella con mi pie, huella con mi pie,
tras de él.
Le decía al sembrador
que no me molestara cuando andara mirando abajo.
Pero el pasto siempre es más verde del otro lado,
donde las calles crecen hacia lo ancho,
donde ir al centro cuesta cada vez más
y donde las olas de gente se llevan a más gente
y con ruidos andantes de tantas veces,
de esas veces que miraba y ya no estaban esos pobladores.
Ya no estaba.
-Horacio Chirino
No hay comentarios.:
Publicar un comentario