Eran las 10 de la noche cuando la pizza
no estaba buena, pero lo llenaba;
y como siempre la inseguridad de verlo y platicar era obvia.
Lo miraba; su estatura, sus lentes
o su calma, lo que me atraían de su figura.
En la salida, vi que subió al metrobus.
Esa era mi monotonía.
El ¡hola!, ¡bye! o ¡nos vemos!,
lo que me mantenía, pero de ahi no salía,
solo eso;
esperaba un ¿comemos?
y a la larga un "te quiero"
y si funcionaba, un beso.
Eran las 10 de la noche cuando descansaba
y yo lo esperaba.
-Horacio Chirino
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