sábado, 25 de agosto de 2018

MISA DE 7 (José Francisco Conde Ortega) de "Atrapados en la escuela"




Hace frío. Todas las mañanas de diciembre amanece con este canijo frío. Cuando menos eso crees, porque te enteras de esto solamente los domingos.

Y sabes que bien vale la pena el sacrificio de levantarte tan temprano para ir a misa de 7. Es la hora en que ella va, con su mamá, a la iglesia de la Luz. Es el único momento del día en que puedas verla los domingos. No sabes a dónde se va después de misa ni a qué hora regresa. Y el lunes tarda tanto en llegar.

Hace frío, pero no importa. Tu suéter de la secundaria te protege un poco. Te acercas más y la ves. Distingues su perfil y sus pestañas rizadas. El velo negro y la poca luz dentro de la iglesia hacen que su piel se vea más blanca. La notas un poco pálida, ¡y tan bonita!

Mientras te acercas entre las bancas para verla mejor, piensas en las palabras para decirle, ahora sí, que si quiere ser tu novia. No vaya a pasarte lo que el otro martes. ¡Carajo! La oportunidad que habías estado buscando y la desperdiciaste. Y todo porque, cuando te pidió que la acompañaras a la farmacia del parque -la más lejos de la cuadra- te pusiste a contarle tus hazañas en el futbol.

Ahora nada más ves su cabello y una de sus orejas tan bien formadas. Te esfuerzas y estiras los ojos, pero la cara de su mamá te tapa toda posibilidad de verla un poco más. Te adelantas hacia la derecha y ves mejor. Adviertes en su cara una mueca de fastidio y recuerdas dolorosamente que ni el miércoles ni el jueves la viste. Y sí el viernes. Y todavía te duele el cortón. Tú lo atribuyes a ese martes en que no supiste decirle nada. Y claro, ella se enojó. Y no le importó que hubieras faltado a la escuela para encontrarla cuando regresaba de la academia. Simplemente te cortó.

Ahora sí la ves bien. Admiras su lunar sobre sus delgadísimos labios; te inquieta su recta nariz; te llena de ternura el mohín con que se quita el mechón rebelde de la frente; quisieras cubrir de besos esos ojos delicadamente oscuros. Así, tan seria, con la mirada fija en el altar, parece una virgen. Tienes que pedirle que sea tu novia. No todo está perdido. Ayer te saludó y no la notaste tan seria.

La gente comienza a salir. Te das cuenta que la misa terminó. Te extraña el comentario de unas viejitas. Te ven, te sonríen y dicen que qué hermoso que un muchacho tan jovencito sea tan devoto. Te apresuras a salir para verla bien. La ves cuando cruza la puerta de la iglesia rumbo al atrio. La luz de la mañana ilumina su figura delgada: sus piernas largas, su minifalda, sus botas, su pequeño busto.

Hace frío y sientes hambre. Te acomodas el suéter cuando pasan junto a ti. Miras la cabeza erguida de su madre. Ella voltea y te sonríe. Ansías que el domingo termine pronto.






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