Le gustaba mirar sus pestañas, no sus manos o sus nalgas. Anoche mientras cerraba su locker, el fingiendo ver el reloj de esa pared, miraba su delgada silueta agachada, intentando adivinar dónde iniciaba y terminaba el bulto que salía de su espalda que cubría la chaqueta negra de cuero que esa vez traía.
Saliendo, se le acercó con la excusa de preguntarle para dónde iba, muy gentil le contestó; ya en medio de la plática sobre la amistad, los novios, el amor; le cuestionó si salía con alguien.
...pude acercarme y presentarme primero y es que en ésto me considero un experto, me conformo con que te dejes querer, quien sabe qué final pueda tener ésto, porque nunca ha sido igual..
Ya para la otra semana esperaba la hora de comida para haber si así coincidían, pero solo se asomaba su ausencia burlona.
Al fin, saliendo, lo vió; con un suspiro alegre platicó, las palabras iban y venían hasta llegar a aquella cafetería, terminando así en un beso.
...mientras la música no pare, no veo cuestión que afecte nuestras conciencias, y dejaré solo tu nombre en mi agenda, mientras aceptes ir conmigo a cenar...
Hasta hace ocho días era lo mismo, solo que esta vez las palabras eran rutinarias, sin sentir, sin beso; ¿qué pasa?, no entiendo!, se preguntaba.
... yo sé que estás esperandome a mí, y que a estas horas siempre te dejo sola...
-Horacio Chirino
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